- La última vez q viste el exterior era muy distinto.
- Cuanto pasaron? treinta, cuarenta años? -dudó; hablaba con dificultad: estaba famélica de no haber tomado nada en mucho tiempo- No puede haber cambiado demasiado.
- Te garantizo lo contrario
En la quietud de la noche ella abrió los ojos. Estaba en su cama, como de costumbre, y al igual q siempre se encontraba junto a ella un hombre varios años mayor. Se levantó y fue hasta la cocina. Tomó un vaso de leche sin encender la luz, iluminada solo por la luz interior de la heladera. Estaba en ropa interior, pero no importaba ya q solo ella y su esposo se hallaban en el amplio departamento, o al menos eso creía.
Volvió a la habitación, pero su esposo ya no estaba. Vió en todas direcciones, se asomó al baño, luego salió al balcón, pero no lo halló. Se dió la vuelta y encontró en las sombras, de pié junto a la cama, la figura de un hombre; no era su esposo, demasiado delgado el vientre y mayor de estatura, sin contar q la cabellera cubría toda su cabeza. Le resultó q aún en la oscuridad la figura le era conocida.
- Quién sos? -le dijo
- No me reconoces? -preguntó, un poco sarcástico
Al oír la voz al fin lo reconoció. Era el hombre q decía desearla como a niunguna otra cosa y a quien ella había rechazado a pesar de su fortuna, a pesar de su jucventud, a pesar de desearlo como a ninguna otra cosa.
- Donde está mi esposo?
- Esto es un sueño. Este es TU sueño: un momento cuando ese viejo desapareció sin dejar rastro y yo tomé su lugar. No lo soñaste acaso?
- Miles de veces... -respondió; en verdad debía de tratarse de un sueño pues su cuerpo se movía sin q ella tuviera conciencia de lo q hacía, ni cuando avanzó hacia él, ni cuando se arrodilló en el suelo tan sumisamente.
- Martín, soy tuya...
La sonrisa de Martín brilló en la oscuridad, y un par de colmillos resaltó en esta como puñales.
Oriana despertó sobresaltada. Sus verdes ojos vieron alrededor frenéticamente hasta reconocer l habitación, y de a poco intentó relajarse. Ya había amanecido. Su respiración agitada hacía q sus pechos subieran y bajaran, pareciendo incluso más grandes, pero no había nadie q lo notara: su esposo no estaba ahí, seguramente acabara de irse a su oficina. No solía perder el tiempo intentando despertarla, ella tenía el sueño muy pesado.
Oyó el timbre de la puerta. Buscó una bata con la cual cubrir su desnudez (cuando se había desnudado?) y acudió a atender.
Era la secretaria de su esposo: dijo q había estado aguardandolo en la entrada junto con su chofer durante media hora y no le respondía sus llamados. De pronto, la mujer alzó la vista y quedó su rostro boquiabierto al ver algo por detrás de Oriana; casi al instante se desmayó. Oriana dudó en intentar atenderla o ver, pero fué instantanea su curiosidad y vió hacia atrás.
De su boca emergió un alarido q sacudió los vidrios de todo el piso.
Contra la pared de la sala yacía su anciano y millonario esposo, clavado a ésta por brazos y piernas como crucificado, con las costillas extendidas hacia afuera como pétalos de una enorme flor roja dejando su pecho abierto para mostrar un hueco donde debía de haber un corazón. Sobre su cabeza, en la blanca pared, había un mensaje q decía "Sueño cumplido", escrito en sangre.
La policía no demoró en llegar, aún así no hallaron a Oriana. Sí demoraron en notar q el mensaje no estaba escrito con sangre de la víctima (la cual en vez de estar regada por la casa simplemente había desaparecido) sino con sangre de la esposa...
La puerta abierta hacia un interior de oscuridad era como las fauces de una enorme bestia hambrienta. Entrar era no una posibilidad. De hecho, haber gritado llamando a su hermano quizás hubiera sido un error, pues dentro estaba ocurriendo algo horrible, podía presentirlo sin siquiera recordar q nunca todas las luces de la casa se apagaban a la vez.
De pronto, con total natruralidad, emergió de la oscura puerta la imagen de Martín. Lucía algo diferente, pálido y delgado, pero era indudablemente él; ella había acudido al recibir una llamada de su mucama diciendo q se encontraba gravemente enfermo, y no esperaba encontrarlo en pié. Casi se alegró de verlo hasta q dió dos pasos hacia ella: claramente bajo la luz de la luna, la única luz en los alrededores, brilló roja y ardiente la sangre q chorreaba de la babeante boca de su hermano, como un niño lactante resumante de leche.
Retrocedió con temor. Había algo en sus ojos, húmedos y brillantes, q la inquietaba, en su expresión, su esencia misma. Era Martín, pero no el mismo Martín con el cual creció.
Intentó correr, pero no pasó más q un par de metros antes de q un par de manos como garras la sujetaran por los hombros desde detrás. Al detenerse de repente vió a su hermano al frente.
- Suéltala... ella no -dijo Martín a alguien.
- Ella ya no es tu hermana... es un obstáculo... lo sabes. Acaso crees q la eternidad la puedes pasar huyendo de la policía?
Martín avanzó. La vió a los ojos, un par de opacos ojos pardos q días atrás se parecieran tanto a los suyos
- No se lo q está pasando Martín, -sollozó ella- basta ya!
Avanzó un paso más, dispuesto a atacarla... y de pronto se detuvo. No podía olvidar q era su hermana, aún una vida atrás, aunque sus ojos ya no fueran iguales, aunque supiera q sería un problema para su nueva larga vida.
- Bien -dijo alguien tras ella, con tono de satisfacción- no podía ser de otra manera.
Y una mordida comenzó y acabó, un beso en el cuello q succionó una parte de su sangre. Suficiente quedó en ella para vivir un rato más, pero no demasiado.
Anna despertó. Trasnpiraba gotas frias, y su respiración estaba agitada. SE levantó y cubrió su desnuda figura mientras buscaba en la penumbra el teléfono. La chica en su sueño ya se habría despertado; era algo tonto, pero necesitaba hablar con ella. Casualmente respondió el teléfono Martín, su hermano. Con la voz entrecortada le contó un dramático suceso sobre un robo en su casa, muertes sangrientas y una toma de rehenes culminada en un tiroteo con la policía.
Anna se despidió y colgó.
Durante unos segundos permaneció en silencio, sentada en la habitación con los ojos abiertos q no veían hacia ninguna parte. Antes de preguntarse por q motivo las lágrimas escapan más facil cuando intentas cerrar los ojos, tomó el teléfono de nuevo y llamó a un amigo cercano de esos q solo se llaman en situaciones particulares.
- Hola Piotor, soy Anna. Te necesito -dijo gravemente- tengo q liquidar a alguien