
Llegaba a la avenida, la ruidosa y luminosa, aquella q le resultaba una prueba de q el tiempo seguía pasando y avanzando como los autos modernos q la recorrían, aquella avenida donde las luces hacían q su sombra se perdiera sobre las frías y ajadas baldosas.
El tiempo era una preocupación, debía acudir a la hora de la cita, quizás con cinco o diez minutos de retraso para q la vieran llegar pomposamente, pero serían muchos más de no apresurarse. El semáforo estaba en su contra pero no le importó; no logró ver ningún vehículo llegar. De tanto intentar apresurar los pasos de sus largas y delgadas piernas un tacón se rompió y cayó de cara sobre el duro asfalto de la avenida. De pronto, emergiendo entre la niebla, vió dos difuminados resplandores como enormes ojos blancos avanzando hacia ella a toda velocidad. Se levantó de un salto, descartando el taco en pos de su salud, y tras ella pudo oír el chillido de llantas buscando detenerse de repente.
Vió sobre su hombre a un hombre saliendo del auto, buscándola con la mirada desconcertada entre la niebla. Le dedicó un insulto en voz alta, "ciego" y algo más, y se marchó sin interesarse en oir lo q intentara decir.
Llegó hasta la estación de trenes. Vió la hora en el reloj en lo alto de la torre, y le pareció menos antiguo aunque solo prestó atención a las agujas: el último tren ya había pasado y no podría llegar, haciéndola merecedora de las quejas, si no es q hasta el repudio de quienes se hacían llamar sus amigos.
-Hey -la llamó alguien; alzó la mirada y vió caminando a un muchacho delgado, vestido por completo de negro- este tren ya terminó. Tenés q ir por el otro andén.
Lili siguió al muchacho; nunca había visto el otro andén, pero en verdad era q siempre estaba tan apresurada q sería algo normal para ella pasar algo como eso por alto.
1 comentario:
Che,linda, te olvidaste de borrar la fecha de la foto! por cierto, esta historia no era de H? jaja!
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