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lunes, 9 de febrero de 2009

Mos amadas muertas (III)

La noche hizo un instante de silencio. Ambos caballeros se reconocieron aún a pesar de vestir cuerpos completamente diferentes a aquellos que tuvieran en el pasado. Zerstror y Volksil, tan hermanos dos siglos atrás, y, al encontrarse de nuevo, uno humano y otro vampiro.
Comenzaron a charlar: Volksil lo invitó a su mesa y ordenó unos tragos. La muchacha, casi ignorada, bebía y escuchaba con atención mientras la atendían las siervas no-muertas. Pasaron unos minutos de risas (la de Zerstror era muy leve, la de su amigo una carcajada) y de a poco la charla se volvía de un sentido, como si uno de los dos no quisiera opinar sobre lo que el otro contaba...
De pronto hubo un gran barullo en el salón bajo ellos.
Todos corrieron sin esperar una advertencia. Lo que fuera una pista de baile era ahora era un cementerio, un lago de sangre plagado de cadáveres. Hubo un llamado desesperado y un espectante momento...
Algo se movió. Del suelo, sin ropa y vestida en rojo, se alzaron dos no-muertas. Abrazó a su amo, los ojos desbordados de lágrimas y castañeaba de temor la boca vacía de sonrisas. "Ayuda mi señor, ayuda" alcanzaron a entender.
Volksil no entendía lo ocurrido. Una risa, lúgubre, oscura, sádica, hizo eco en la desolación oscura del salón, emergiendo de una pequeña humanidad en las sombras del escenario. Todo lo que fuera alegría y vicio, ahora era desolación, destrucción, había sido extremadamente purificado. "Por qué?" murmuró Volksil, aterrado de saber que, quien fuera esa hermosísima mujer, quien fuera capaz de hacer algo así, estaría muy lejos de cualquier venganza. Echó una mirada a su hermano, y no supo comprender como podía mantenerse indiferente.
-Esa mujer es lujuria y furia, es instinto más allá de la razón. Es una perra, en verdad, pero no una puta, y lo que hacías por negocio ella lo considera sagrado... a su modo.
Volksil sostuvo a su última esclava, como si la protegiera, o como si se escudara en ella. En un instante escapó a su inmovilidad y corrió con ella hacia la salida más cercana, pero antes de salir oyó la última frase de su viejo aliado:
-Vistes un cuerpo poderoso, hermano, pero recuerda que el poder corrompe.
Una puerta se cerró tras él. Para el amanecer, todo se convirtió en cenizas.

jueves, 5 de febrero de 2009

Mis amadas muertas (II)

Un par de alumnas se estaban retirando y él las veía alejarse por la calle cuando otra figura conocida apareció, acercándose mientras le clavaba la mirada. Su atuendo era negro como su cabello, indicando que se trataba de una de las chicas de Anaika.
Llegó a la casona donde residían. Rara vez un varón entraba, más raro aún que fuera invitado, lo cual hizo al profesor sospechar que algo extraño ocurría.
-Bienvenido Zerstror -lo saludo Anaika al verlo entrar.
-Saludos -respondió con cierta frialdad- casi olvidaba ese nombre. Ya nadie me nombraba así.
Una sonrisa y olvidó el comentario. Pronto le contó lo ocurrido con una de las chicas, obligada a destruir a su hermana vampirizada. Ellas, si bien tenían conocimientos en ocultismo y demonios, aún no estaban tan adentradas en acciones contra seres de la noche como Zerstror, ya experimentado.
-Nuestras intenciones son saber cuales son las intenciones de un vampiro en este lugar. Desde hace mucho buscamos alguno con quien intercambiar información...
-Quieren saber la verdad sobre vampiros y qué secretos pueden sacarles si se alían a él o ellos -la interrumpió Zerstror- Me equivoco?
-Dicho así parece que fuéramos nenas buscando un juguete nuevo -comentó, y volvió a dejar escapar esa sonrisa que no denotaba alegría sino algo atemorizante para casi cualquiera- Encontramos un posible contacto del vampiro, pero necesitamos un hombre para acompañarnos. Una de mis hermanas te acompañará.

Zerstror asintió. Hacia demasiado tiempo que no contactaba con vampiros, pero recordaba detalles que le fué revelando a su inquieta acompañante por el camino.
-Los vampiros no se contagian por la mordida. Cuando un vampiro deja a una víctima sin desangrar por completo y le da a beber algo de su propia sangre le transmite un tipo de células que crean un lazo espiritual... o telepático quizás... dándole una nueva vida parcial pero a la vez pudiendo controlar sus actos a su voluntad. Serían "no muertos" y no vampiros.
-Esclavos -murmuró- como los zombies de los isleños.
Zerstror se detuvo al ver detenerse a la chica, pequeña y delicada como una muñeca, dejar de caminar y colocarse una cadena de perro al cuello; le entregó el extremo opuesto y le explicó:
-Es la única forma en que dejarían entrar a una chica -y señaló el lugar al que se dirigían.

Entraron al megabar, repleto solo de hombres con los ojos clavados en una barra sobre la que se exibían docenas de mujeres con escasas ropas. La chica reconoció entre ellas a las no-muertas que se encontrara la otra noche y algo empezó a bujir en la mente de Zerstror.
Avanzaron hasta una puerta en el fondo del lugar, tras la barra. Un guardia les salió al paso y un movimiento de la mano de la chica frente a su rostro, sin tocarlo, lo dejó paralizado. Entraron forzando la puerta, encontrando una escalera y, al subir, un dormitorio con una enorme cama llena de mujeres desnudas, chorreando sangre por todas partes, y en medio de todas un hombre, lampiño y delgado pero aún varonil, cubierto de cicatrices y símbolos, que en su boca tenía unos colmillos que babeaban y goteaban líquido rojo y caliente mientras su pene ostentaba haber sido saciado en otra clase de sed.
Volteó para ver a sus visitantes y limpió su boca con el dorso de la mano.
-Sabía que vendrían, pero no esperaba que fuera tan pronto -comentó, riendo irónico.
- Gusto en verte de nuevo.