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viernes, 11 de septiembre de 2009

El ultimo tren (II)

El viaje en tren había sido extraño: casi nadie ocupaba los vagones, que nunca se habían sentido tan fríos, y suspuso que era la hora tan tardía la culpable de ambos hechos. No prestó más atención al muchacho que la guió al tren después de haber subido, ni a nada más salvo a la hora.
Llegó a la esquina donde se habían citado, pero no hayó a quienes buscaba. Sus amigas no estaban, ni le parecía verlas a la distancia por la avenida. Bufó, refunfuñó y tras unos minutos viendo en todas direcciones se dijo a si misma que ella no merecía estar en esa posición, no ella, una líder, una alma de la fiesta, no podía estar sola en una esquina desolada rogando por atención. Guardó el teléfono y avanzó a paso firme (habiendo roto el otro taco para emparejar los zapatos) hasta el boliche.
Entró sin problemas, sin siquiera que le revisaran el bolso. Le pareció raro q hubieran cambiado a la gente en la entrada, pero le restó inportancia y continuó.
Aquella noche conoció mucha gente nueva. Eran divertidos, simpáticos, con su propia personalidad, y vestían y se peinaban como se les antojaba, sin importar la moda. Tanta energía emanaban q Lili se sintiómoptivada a soltarse el pelo, alborotarlo y dejarse llevar por los ritmos retro q el DJ gustó de tocar aquella salvaje noche.
Acabó la noche y con ella la fiesta, como si el furioso brillo del amanecer desvaneciera las ganas y los cuerpos de los bailarines q en la obscuridad parecían incansables como nocturnos colibríes.
Mientras iba de camino de vuelta a casa, ese camino q nunca deseaba hacer, no por su casa sino porque singnificaba q acabó la diversión, notó no solo q ninguno de sus nuevos amigos le pidió el número de celular sino q ninguno parecía conocerla a pesar de q dijeron haber estado anteriormente en ese mismo sitio q ella frecuentaba.
Cuando llegó a la estación la niebla q cubrió de cortinados la noche anterior ya se había desvanecido junto con la alegría del sábado (el cual para ella acababa al nacer el sol del domingo) y podía ver claramente la avenida, extendiéndose hacia el horizonte, aunque no se encontrase tan vacía como en otras mañanas de domingo. Un par de policías se hallaban en su patrullero junto a un auto detenido, con una marca de choque al frente. Un accidente, pensó, y estaba a punto de pasar de largo cuando un rastro de culpa, preocupación o como quisiera q se llamase, llevó sus pasos a la patrulla y a su voz a la inquisitiva de si quizás no se tratara de alguna de sus amigas, aunque traicioneras o malvadas, seguían siendo sus amigas.
El policía no respondió. Ni tan siquiera la miró. Y con su compañero ocurrió lo mismo.
- Hola -dijo alguien detrás- te acordás de mí?
Lili volteó la mirada: era el mismo chico q la guió hasta el tren, el último tren.
- Sí, me mostraste el último tren de la noche ayer.
- No, Lili -dijo, con una sonrisa q de algún modo parecía tierna- no era el último tren de la noche. Simplemente era el último tren. El último.
Lili no comprendió. Se dió la vuelta, demasiado cansada para comprender a un demente q la perseguía o molestarse en discutir con un par de policías amargados. Pero aún no había llegado a la vereda cuando un auto, como cualquier otro, avanzó hacia ella sin bajar la velocidad. Solo pudo cubrirse con las manos, por acto reflejo, como si de una pequeña piedra tratase.
El auto pasó a través de ella.
- Ahora entendés?
Lili quedó atónita. El boliche de la noche anterior... por q no vió a sus amigas dentro? Por q la música era vieja y no conocía a nadie? Todo al fin tenía sentido.
- No se suponía q me tomara el tren de vuelta, verdad? -preguntó.
Una carcajada sonó en la avenida. Uno de los policías buscó con la mirada, pero no hayó de cual boca provenía.
Fue en el momento cuando la estaban

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