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viernes, 4 de septiembre de 2009

El último tren (I)

Una delgada niebla bailaba por las calles, como finos lienzos blancos arrastrados por una fría brisa q no correspondía con aquel mes del año. Ignorando el bello espectáculo de la naturaleza en medio de la estéril ciudad, Lili, un nombre tan simple como su persona, apresuraba sus pasos, haciendo eco de sus tacones en la desierta calle de casas q siempre le resultaron anticuadas, grises como tumbas, de luces distantes q hacían parecer a su sombra una persona q giraba a su alrededor hacia adelante y hacia atrás, y siempre esto la ponía nerviosa. Pero esta vez su sombra estaba oculta tras la niebla y se habría sentido del todo relajada si no fuera por sus hábitos, sus apresuradas costumbres de socializar, de acudir a cualquier evento, de ser la primera. La primera pero no la única, la q guía y lidera al montón, la más reconocida por cuanto hombre y mujer apareciese, sin importar quien fuere.
Llegaba a la avenida, la ruidosa y luminosa, aquella q le resultaba una prueba de q el tiempo seguía pasando y avanzando como los autos modernos q la recorrían, aquella avenida donde las luces hacían q su sombra se perdiera sobre las frías y ajadas baldosas.
El tiempo era una preocupación, debía acudir a la hora de la cita, quizás con cinco o diez minutos de retraso para q la vieran llegar pomposamente, pero serían muchos más de no apresurarse. El semáforo estaba en su contra pero no le importó; no logró ver ningún vehículo llegar. De tanto intentar apresurar los pasos de sus largas y delgadas piernas un tacón se rompió y cayó de cara sobre el duro asfalto de la avenida. De pronto, emergiendo entre la niebla, vió dos difuminados resplandores como enormes ojos blancos avanzando hacia ella a toda velocidad. Se levantó de un salto, descartando el taco en pos de su salud, y tras ella pudo oír el chillido de llantas buscando detenerse de repente.
Vió sobre su hombre a un hombre saliendo del auto, buscándola con la mirada desconcertada entre la niebla. Le dedicó un insulto en voz alta, "ciego" y algo más, y se marchó sin interesarse en oir lo q intentara decir.
Llegó hasta la estación de trenes. Vió la hora en el reloj en lo alto de la torre, y le pareció menos antiguo aunque solo prestó atención a las agujas: el último tren ya había pasado y no podría llegar, haciéndola merecedora de las quejas, si no es q hasta el repudio de quienes se hacían llamar sus amigos.
-Hey -la llamó alguien; alzó la mirada y vió caminando a un muchacho delgado, vestido por completo de negro- este tren ya terminó. Tenés q ir por el otro andén.
Lili siguió al muchacho; nunca había visto el otro andén, pero en verdad era q siempre estaba tan apresurada q sería algo normal para ella pasar algo como eso por alto.

1 comentario:

Luli dijo...

Che,linda, te olvidaste de borrar la fecha de la foto! por cierto, esta historia no era de H? jaja!