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martes, 6 de octubre de 2009

El contratado (III)

Algo comenzó a ocurrir, pero nadie se había molestado en darle detalles. La voz de la mujer del trono se oyó, pronunciando palabras en una lengua extraña, q no se trataba de inglés, porteugués, ni ninguna lengua oriental. Su voz hacía eco en las paredes de la sala, la cual, aún con los ojos vendados, podía sentir q había quedado a oscuras o tan solo alumbrada por velas.
Estaba preocupado. No solo por el aspecto de las mujeres presentes (le resultaban salidas de un cuento de brujas); también, justo antes de q le acabaran de cubrir los ojos, alcanzó a ver al otro hombre subir y sentarse en el centro de la mesa redonda.
Sintió frío. Viento, mejor dicho, aunque se hallasen en una habitación sin ventanas.
Sintió las voces, susurros nerviosos entre los presentes mientras la anfitriona recitaba.
De pronto la mesa tembló. La dama a cargo de el recitado elevaba la voz, y el viento se volvió evidente y luego una tormenta en medio de la habitación.
El recitado se detuvo repentinamente, al mismo tiempo q se oyó un grito espantoso, un rugido al cielo, acompañado de un golpeteo sobre la madera de grueso algarrobo, tan feroz q la sacudió severamente.
Alguien se puso de pié y le retiró de un rápido jalón el pañuelo q lo cubría. Vió alrededor y descubrió al hombre, dando un salto de la mesa al piso en busca de la mujer elegante, su anónima jefa, y supo exactamente lo q debía hacer, sin dudar tan siquiera un instante.
Saltó también; de un prodigioso movimiento se interpuso entre el sujeto y la víctima, y lanzó un golpe directo al rostro q...
Al momento de asestarle el puñetazo notó q el sujeto había cambiado. Su rostro parecía distinto. Además, quien lo hubiera visto antes no habría imaginado q soportaría el puñetazo de un profesional, sin embargo lo aguantó con indiferencia.
De un revés lo echó de espaldas, pero se alzó nuevamente al instante y, decidido, arremetió contra él con toda su furia y fuerza, incluso utilizando un par de armas japonesas q traía ocultas por recomendación de quien lo llamara.
Todo su entrenamiento en cuatro disciplinas diferentes le fué necesario los diez minutos q duró el combate, hasta q el sujeto cayó muerto.
Al fin, tras recuperar el aliento, encaró a la mujer elegante.
-A q se debió toda esa pelea? -preguntó
-Supongo q usted solo cree en esto -le dijo, extendiendo un sobre q al abrirlo descubrió una importante suma- no será importante la explicación de lo q pasó.
-Pude haber muerto
-Pudo, pero no.
-El tipo no era nadie agresivo
-Quizás le baste con saber -interrumpió la anfitriona, a quien su sierva nombrara Anaika- q este hombre ya no era el mismo q usted vió al momento de entrar, cosa q posiblemente haya notado.
El peleador tomó el dinero, pidió usar el baño para limpiarse la sangre, y luego se disponía a marcharse cuando la muchacha q lo acompañó a la puerta lo detuvo.
-El hombre q entró era un enfermo, de un cáncer terminal, moriría de todas formas; quien usted "mató"... ya estaba muerto desde mucho antes... la muerte lo separa del cuerpo, y no se puede golpear algo q no tiene cuerpo. Entiende usted eso?
-Acabo de matar a un fantasma?
La chica solo sonrió.
Sus pasos lo guiaron lejos de ahí, y se prometió a si mismo nunca más aceptar esa clase de trabajo anónimo.

1 comentario:

Minnie Pandax dijo...

Muy buena la historia, aunque tuve que leerla dos veces :P
Espero otra con sexo y sangre pronto!
Besitos, gente