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jueves, 29 de enero de 2009

Mis amadas muertas (I)

Era de noche, como siempre ocurre al comienzo de las mejores historias aunque, francamente, esta apenas pasaba de una anécdota. Llovía mucho para tratarse de un verano común y corriente. En la sala de la morgue había al menos una docena de cadáveres recientes de mujeres, entre 20 y 25 años. Una chica vestida con un antiguo juego de corsé y falda sobre un atuendo moderno, completamente negro, entró andando con total calma, sin la expresión de repulsión que suelen poner algunas chicas ante el olor a descomposición reciente. Estaba ahí acompañada de un oficial de policía. Reconoció el cuerpo de su hermana, de quien no le permitieron ver más que el rostro. Estaba tan bella o más de lo que la recordaba de la última vez que hablaron, casi un año atrás. Justo antes de que el asistente forense la cubriera de nuevo con el blanco lienzo pudo notar la marca rojiza que asomaba de la parte baja de su ya pálida nuca. Le dijeron que la causa de la muerte fué desangramiento: aparentemente un atacante sexual la hirió en el cuello con un arma punzante y perdió aproximadamente la mitad de su sangre antes de que el corazón fallara y se detuviera. Dió las gracias al oficial, como quien da las gracias a alguien que le informa el pronóstico del clima, y se marchó.
Tres horas más tarde se oyó un estrépito dentro del depósito de cuerpos. El asistente del forense dió un alarido que partió la noche en dos, pero que se perdió en el viento de la creciente tormenta. Una puerta cayó abajo, y de ella salieron nueve hermosas mujeres completamente desnudas, pálidas, manchadas de la sangre de la víctima que aún no se enfriaba adentro, y olfateando en el viento el lugar donde debían de ir. De pronto, alguien surgió ante ellas.
-Pueden marcharse todas, menos vos hermanita... -dijo la chica neovictoriana- vos no vas a ningún lado...
Las demás obedecieron. La neovictoriana encaró a quien fuera su hermana alzando en su mano derecha un cuchillo de plata que atravesó su pecho hasta el corazón. Mientras caía al suelo, la agonizante creatura usó su último aliento para soltar una pregunta: -Por q...?
-Porq rechazaste a las chicas como yo -respondió fríamente- si tú hubieras sido una de las nuestras... me enorgullecería q fueras un vampiro... hasta te seguiría.
Limpió el cuchillo y lo guardó; sacó del carcaj en su espalda una espada corta medieval y le cortó la cabeza. Se dió la vuelta y se marchó, mientras la lluvia lavaba la sangre sobre la vereda.

6 comentarios:

Yana dijo...

Muy buena historia y me encanto la imagen, chicos vayan a buscar sus premios por mi blog, mis sirenas los esperan

Yana dijo...

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Yana dijo...

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Yana dijo...

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Yana dijo...

perdon la maquina se me tranco jaja

Minnie dijo...

Espero impaciente ver lo q sigue, porq la hist me gustó y si son quienes creo se q no me van a decepcionar!