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viernes, 7 de agosto de 2009

Conejito blanco, reina roja

Era una tarde casi cualquiera. El sujeto había perseguido a la chica desde q la conoció en aquel boliche. En aquella fiesta donde ella, una promotora de carreras, le había hecho el favor de darle su sexo desenfrenado, todo el placer q podría sentir un hombre en su vida, en tan solo unos minutos.


Él no se había resignado cuando la vió alejarse en una moto a gran velocidad. Con su traje blanco y su apuro por llegar a otra fiesta lo había dejado con ganas de más, y no la perdería.
Viajó cientos de kilómetros. Solo se detuvo una vez para dormir y otra, inesperada, para ayudar a una chica q había sido atacada en su casa, en el camino a un lado del bosque.
Al fín la encontró: una fiesta privada en una casa quinta, en un sitio alejado, un lujoso y cerrado sitio alejado de todo hombre.
Dejó su moto en el camino. Intentó entrar por las buenas, y no le permitieron hablar siquiera con la chica. A escondidas entró por detrás, saltando una alta pared y callendo de repente. Aunque costó, llegó a ella, pero ya lo había olvidado; no recordaba su nombre ni quien era, y dió la alarma en cuanto pudo.
Una docena de mujeres aparecieron, todas tan hermosas como la chica de blanco q el muchacho persiguió por tanto tiempo, y tras ellas, un tanto mayor pero igualmente una hermosa mujer, llegó abriendo paso entre todas con su sola presencia aquella q portaba una corona y un cetro de mando.
Lo observó, con escrutante mirada. Los guardias acudieron y aguardaron junto a ella, en silencio.

"Córtensela" dijo, y los guardias asintieron y se lo llevaron arrastras.

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