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jueves, 21 de octubre de 2010

Sueño (I)

La puerta abierta hacia un interior de oscuridad era como las fauces de una enorme bestia hambrienta. Entrar era no una posibilidad. De hecho, haber gritado llamando a su hermano quizás hubiera sido un error, pues dentro estaba ocurriendo algo horrible, podía presentirlo sin siquiera recordar q nunca todas las luces de la casa se apagaban a la vez.

De pronto, con total natruralidad, emergió de la oscura puerta la imagen de Martín. Lucía algo diferente, pálido y delgado, pero era indudablemente él; ella había acudido al recibir una llamada de su mucama diciendo q se encontraba gravemente enfermo, y no esperaba encontrarlo en pié. Casi se alegró de verlo hasta q dió dos pasos hacia ella: claramente bajo la luz de la luna, la única luz en los alrededores, brilló roja y ardiente la sangre q chorreaba de la babeante boca de su hermano, como un niño lactante resumante de leche.

Retrocedió con temor. Había algo en sus ojos, húmedos y brillantes, q la inquietaba, en su expresión, su esencia misma. Era Martín, pero no el mismo Martín con el cual creció.

Intentó correr, pero no pasó más q un par de metros antes de q un par de manos como garras la sujetaran por los hombros desde detrás. Al detenerse de repente vió a su hermano al frente.

- Suéltala... ella no -dijo Martín a alguien.

- Ella ya no es tu hermana... es un obstáculo... lo sabes. Acaso crees q la eternidad la puedes pasar huyendo de la policía?

Martín avanzó. La vió a los ojos, un par de opacos ojos pardos q días atrás se parecieran tanto a los suyos

- No se lo q está pasando Martín, -sollozó ella- basta ya!

Avanzó un paso más, dispuesto a atacarla... y de pronto se detuvo. No podía olvidar q era su hermana, aún una vida atrás, aunque sus ojos ya no fueran iguales, aunque supiera q sería un problema para su nueva larga vida.

- Bien -dijo alguien tras ella, con tono de satisfacción- no podía ser de otra manera.

Y una mordida comenzó y acabó, un beso en el cuello q succionó una parte de su sangre. Suficiente quedó en ella para vivir un rato más, pero no demasiado.

Anna despertó. Trasnpiraba gotas frias, y su respiración estaba agitada. SE levantó y cubrió su desnuda figura mientras buscaba en la penumbra el teléfono. La chica en su sueño ya se habría despertado; era algo tonto, pero necesitaba hablar con ella. Casualmente respondió el teléfono Martín, su hermano. Con la voz entrecortada le contó un dramático suceso sobre un robo en su casa, muertes sangrientas y una toma de rehenes culminada en un tiroteo con la policía.

Anna se despidió y colgó.

Durante unos segundos permaneció en silencio, sentada en la habitación con los ojos abiertos q no veían hacia ninguna parte. Antes de preguntarse por q motivo las lágrimas escapan más facil cuando intentas cerrar los ojos, tomó el teléfono de nuevo y llamó a un amigo cercano de esos q solo se llaman en situaciones particulares.

- Hola Piotor, soy Anna. Te necesito -dijo gravemente- tengo q liquidar a alguien

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